La verdad sobre la prohibición de retumbar de Brasil

Si pensabas, el juez de la Corte federal suprema brasileña Alexandre de Moraes ‘ choque con Elon Musk fue un incidente aislado, te equivocaste. Moraes ha declarado un nuevo enemigo: Chris Pavlovski, CEO de la plataforma de video Rumble. El viernes 20 de febrero, la historia se repitió cuando Moraes ordenó la suspensión de otra plataforma de redes sociales en Brasil.
Las acusaciones supuestamente justifican el cierre de Rumble son casi idénticas a las utilizadas en las decisiones que llevó a El bloqueo de X el año pasado y Telegram en 2022. A pesar de la falta de motivos legales claros que permiten que el poder judicial prohíba a alguien tener perfiles de redes sociales, Moraes ordenado Rumble para eliminar el relato del blogger Allan Dos Santos, que vale la pena señalar, ni siquiera reside en Brasil. La plataforma se negó a cumplir con esta orden, así como una orden para nombrar a un representante legal en el país. Estas negativas fueron suficientes para que los moraes sofocaran aún más la libertad de expresión de los brasileños.
El fallo de Moraes no solo amplía la discusión sobre la censura digital, sino que también expone el debilitamiento de las instituciones democráticas en Brasil. Ningún ministro debe tener el poder de cerrar plataformas de redes sociales enteras en el país. Sin embargo, Moraes lo ha hecho dos veces en dos años, sin ningún debate público o límites claros.
El texto del fallo hace que la situación sea aún más indefendible. Para justificar la prohibición de Rumble, Moraes invoca los acontecimientos del 8 de enero, cuando los partidarios del ex presidente Jair Bolsonaro irrumpieron en el Congreso, la Corte Suprema y el Palacio Presidencial de Brasil, protestando contra el presidente Luiz Incio Lula da Silva La victoria de las elecciones: las plataformas de las redes sociales se están utilizando para atacar la democracia. Este argumento se ha convertido en un cheque en blanco para cualquier medida autoritaria impuesta por la Corte Suprema. Cualquier cosa puede ser etiquetada como una «amenaza democrática» si significa más poder para censurar, multa o encarcelar a los oponentes.
En su fallo, Moraes afirma: «Las publicaciones del partido investigado no pueden interpretarse de forma aislada, ya que son parte de un conjunto coordinado de acciones que demuestran una organización criminal destinada a desestabilizar el estado de derecho democrático». Pero, ¿qué amenaza realmente la democracia: la libre circulación de opiniones o un ministro que ignora los límites institucionales y censura las plataformas enteras con un solo golpe de su pluma? El propio Moraes ha contribuido durante mucho tiempo a esta erosión democrática al concentrar el poder que ningún magistrado debería ejercer.
Un ministro de la Corte Suprema no debe actuar como actor político, y mucho menos forma debate público para adaptarse a su conveniencia. Su papel debe ser defender la Constitución, no dictar qué opiniones pueden o no hacer circular. Sin embargo, el fallo continúa diciendo: «Es inaceptable que las plataformas digitales sirvan como herramientas para fomentar la polarización criminal y la corrosión del estado de derecho democrático». Al abordar la polarización, Moraes expone su propio sesgo. No se posiciona por encima de la refriega política, por el contrario, ya ha elegido un lado y usa el poder judicial como una herramienta para silenciar a la otra.
Moraes llega a citar una foto de Allan dos Santos parados frente a la Corte Suprema, dando el dedo medio, como evidencia de «un alto grado de peligrosidad». El nivel de distorsión legal es tan extremo que un gesto obsceno ahora se equipara con una amenaza real para la democracia. Si este es el nuevo estándar, no pasará mucho tiempo antes de que cualquier crítica se considere un crimen y cualquier oponente sea tratado como un enemigo del régimen.
Sin el derecho a la libre expresión, la crítica se convierte en un crimen, y el silencio se convierte en la norma. Cada ataque a la libertad de expresión nos acerca a una realidad donde todas las libertades pueden ser silenciadas. Es crucial recordar que este proceso no ocurre de la noche a la mañana: cada paso en esta dirección es una clara advertencia de que si no se hace nada, todas las estructuras democráticas colapsarán.
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